lunes, 3 de abril de 2017

La tregua 2

El diario de Martín Santomé inicia el 11 de febrero. Martín tiene 49 años y está por jubilarse de su trabajo como contador. Medita sobre el futuro que le espera cuando tenga tiempo libre. Es un hombre apagado, triste y rutinario que mantiene una relación distante con sus hijos, tal vez porque no supo ser padre y madre a la vez tras la muerte de Isabel, su esposa. Esteban, el mayor, tenía cuatro años cuando su madre falleció, Blanca no la recuerda y Jaime, el menor, quedó huérfano a los pocos días de haber nacido. Para Martín, Jaime es su hijo preferido, aunque existen muchas barreras entre ellos. Esteban siempre está a la defensiva con su padre y llega tarde a su casa después de ir de fiesta. Blanca es triste como Martín pero con vocación de alegre, es con quien mantiene mejor relación, pero le preocupa que su hija esté tan triste, tenga mucha energía y no sepa en qué canalizarla, pues puede terminar igual de gris y opaca que él.

Durante este primer mes, Martín describe su trabajo rutinario, la relación con sus hijos y ciertos encuentros con viejos amigos. 
Martín recuerda el cuerpo de Isabel, sus gestos y manías, pero a veces le cuesta trabajo recordar con precisión su rostro. Él tenía 28 y ella 25 cuando murió. Recuerda el fuerte deseo sexual entre ellos y cómo tras su muerte, él se convirtió en un ser automatizado con un trabajo rutinario.

En febrero, tres nuevos empleados entraron bajo el cargo de Santomé: Alfredo Santini, Rodolfo Sierra y Laura Avellaneda. 

En el mes de marzo, Martín se da cuenta que su empleada Avellaneda es inteligente, trabaja bien, un poco nerviosa e inexperta, pero le gusta su fisico. Con sus hijos varones tiene enfrentamientos. 

Martín reflexiona en su diario sobre el suicidio; si alguna vez lo haría sería en domingo, el día más desalentador e insulso para él. Teme que con su jubilación, todos los días serán domingos solitarios y antipáticos.

En el mes de abril, Martín describe que ve poco a sus hijos.

Una tarde acompañó a Avellaneda después del trabajo y conversaron sobre su novio y sobre la viudez e hijos de Martín. 

Martín describe en su diario un sueño en donde Avellaneda aparece. Es entonces cuando se da cuenta de que Avellaneda le gusta, pero teme que pueda ser frió sentimentalmente, porque ya habia tenido algunos encuentros con otras mujeres que no dieron resultado.

A partir de mayo, Martín piensa mucho en Avellaneda. No se atreve a hablar con ella porque aún no comprende lo que le pasa.

Martín ha pensado que debe ver a Avellaneda fuera de la oficina pero con la apariencia de un encuentro casual. La esperó un par de veces sin éxito en donde ella solía ir a comer, hasta que un día su espera terminó y la invitó a tomar un café. Ella se negó de momento porque tenía cosas que hacer, pero pospuso la cita para otro día. A partir de ese momento, Avellaneda y Martín iniciaron una relación, que comenzó siendo amistosa, pero se fue tornando más seria e íntima conforme el paso de los meses. La relación entre ellos era discreta; Martín sentía que sería una relación ridícula ante los ojos de las demas personas, pues él le llevaba muchos años de diferencia. Avellaneda y Santomé acordaron que no habría compromisos ni ataduras, pues ella tenía la vida por delante y Martín, de momento, temía no poder ofrecerle ese futuro.

En junio, Martín se lanzó a la búsqueda de un departamento para tener más intimidad y comodidad con Avellaneda, en cierta forma, deseaba llevar las cosas más lejos y con mayor seriedad. Cuando le enseñó el departamento que rentó a Avellaneda, en principio ella sintió miedo, pero finalmente confirmó que deseaba estar con Santomé y dejó a un lado los perjuicios de vivir con alguien sin estar casada. 

Esteban enfermó gravemente pero se recuperó después de un par de semanas. Blanca le confesó a su padre que había tenido un enfrentamiento con Jaime porque descubrió que él era homosexual. Jaime se marchó de la casa tras haberse peleado con Esteban y sin querer hablar con su padre, pues esperaba los reproches de la familia y no estuvo dispuesto a escucharlos. Tras eses suceso, Blanca se enteró de que su padre salía con Avellaneda, pero no sintió enojo porque había visto un cambio notorio en su padre: la apatía y la depresión habían desaparecido. Blanca le pidió a Martín que le presentara a Avellaneda y cuando ambas se encontraron hubo mucha empatía y se convirtieron en grandes amigas. Martín se sentía halagado de que las dos mujeres más importantes de su vida se vieran seguido y hablaran sobre él.

Durante varios meses, Martín y Avellaneda se encontraban en el departamento por las tardes. La relación entre ellos fue madurando y tornándose más amorosa. Hablaban mucho sobre sus vidas y sus percepciones. El 28 de junio tuvo lugar el hecho más importante en la vida de Martín, él le pedía a Dios porque su relación con Avellaneda durara. Nunca en su vida, ni con Isabel ni con nadie, se había sentido tan cerca de la gloria. Piensa que Avellaneda es como una horma que se ha instalado en su pecho y lo está agrandando, lo está poniendo en condiciones adecuadas para sentir cada día más. Tiene ternura y se siente orgulloso de tenerla. Su relación era pura, sincera y feliz.

Una tarde, Avellaneda no fue al departamento porque sentía que le iba a dar gripe, así que Martín la dejó a dos cuadras de su casa, pues ella temía que su padre se enterara de su relación. Martín la extrañaba mucho durante el trabajo, estaba muy acostumbrado a ella y es entonces cuando descubre que desea proponerle matrimonio. Blanca aprueba la decisión de su padre y lo apoya.

Los días pasan y Avellaneda no va a la oficina. El diario se interrumpe el 23 de septiembre cuando Martín escribe “Dios mío, Dios mío, Dios mío”, pues no sabe nada de Avellaneda.

Después de 4 meses, en enero, Santomé retoma su diario para reflexionar acerca de Avellaneda. Debido a la gripe, Avellaneda sufrió un ataque al corazón y murió. Cuando el tío de Avellaneda llamó a la oficina para decirle que ella había fallecido, Martín entró en estado de shock y lo ignoro.

En febrero, Martín tuvo la idea de ir a casa de Avellaneda con el pretexto de hacerse un traje, pues el padre de ella era sastre. Se hizo pasar por el señor Morales, pues sabía que la madre de Avellaneda estaba enterada de su relación. Ambos padres expresaban mucha tristeza en su mirada. Cuando Martín fue a la prueba de traje, sólo estaba la madre de Avellaneda y en el taller había una foto de ella, la cual provocó una inmensa tristeza en Martín, suficiente para que la señora se diera cuenta de que él era el hombre que salía con su hija. Ella le confiesa que Laura era lo único que le quedaba del hombre que había amado y de quien no supo más nunca, pero Avellaneda desconocía la verdad así como su padre adoptivo. La madre de Avellaneda le contó a Martín lo que pasó en los últimos momentos de vida de su hija, pero Martín se lo guarda para sí mismo y no lo escribe en su diario.

El 28 de febrero fue el último día de trabajo de Martín. Los cajones quedaron vacíos, pero en uno de ellos encontró un carnet de Avellaneda. Se lo puso en el bolsillo y se sintió desgraciado. Dios había sido su más importante carencia, pero a ella la necesita más que a Dios. Se acabó la oficina y a partir del día siguiente hasta el día de su muerte el tiempo estaría a sus órdenes. 

Fin

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